le comuniqué mi decisión de embarcarme como mesera del Fantasy Cruiseship la última noche que intimamos en el parque de mi vecindario...
el beso que nos dimos, él y yo me supo a un adiós de por vida. Mientras serpenteaba el pasadizo del embarque, nuestras miradas se iban perdiendo por el caprichoso juego del destino...
a bordo de una van, llegué a un hotel de tres estrellas genoveses. Su arquitectura era como una casa de duendes, techo a dos aguas, con espejos dorados, lámparas de fulgores cálidos...
Fragmentos de mi cuento Venezia