Pasaba las horas mirando al vacío. Comía la cuarta parte de su plato. Su madre pensó: necesita una inyección. L mandó ponerse ropa de calle y así lo resolvió.
La madre nunca supo nada, ni cuando llevó a su hija a la casa de su hermana. Cuando la madre planeó el viaje, no había dinero para pagar un hotel decente, entonces se deslizó la cortés invitación <<quédate en mi casa con Paolita> >.
Las madres parecen protegerte ante todo, pero en la oscuridad o bajo un cielo de día, la niña no entendía los castigos de ese hombre de quién le decían: <<tu tío te quiere como un padre>>.
<<Quédate quiera y así se irán todos los fantasmas>>, le decía el tío.
Paolita cerró los ojos y nunca tuvo las ganas de contárselo a su mamá. Ni siendo mujer, no hubo psicólogos que pusieran orden a sus confusiones.
En la vida de Paola, quedó en sus noches, en sus encuentros, en sus pasiones, esa frase depredadora <<quédate quieta, así se irán todos los fantasmas>>.
Martha Robles