Lima me parte cada vez
que viajo en una combi destartalada, humeante a puro hollín y (en pleno
camino), rompiéndome el oído izquierdo con el parlante a todo volumen,
cayéndose a pedazos con los golpes altisonantes y balbuceos vomitivos, acento
de Amorfoda, Bugs Bunny, baby!
En esta ciudad de polvo
y caos, tan solo podemos dar vueltas y vueltas por el centro bucólico de noches
Yakana donde huimos del carnaval de cláxones
y de los correteos de a luka y desde
aquel refugio de atmósfera etílica encontramos las pausas que la poesía
dispersa, entre tocadas, cadenas y versos subtes impregnados de resaca,
poseídos con sangre Fegale.
El rey del Ti, el poeta del asfalto, el artista de la noche que
deambula con Soldado Nostalgia bajo
el brazo derecho y con un cuerpo de guitarra afinada en el otro extremo.
Eran casi las últimas
semanas de 2024, cuando una mañana de recital villano, Miguel Fegale irrumpió
con versos despercudidos de ese anquilosante academicismo. Lo vi, lo oí desde
la primera carpeta. Sentí miedo (tal vez) de que se ponga de pie y nos grite:
<<déjense de huevadas, salgamos a respirar poesía, pedorros>>, pero no, solo disparó (para mi tranquilidad
cómoda) poesía achorada, tatuada de calle, de esquina meada, con un poco de
mujer lasciva.
En su mesa, las poetas
se miraban disimuladamente, pero aquel Miguel solo respetó el tiempo convenido
para recitar.
Pasaron unos días más,
hablamos y fue un paradigma superado, lo visto en su personalidad como poeta,
como artista de la letra, como escritor, en fin… pude notar su generosidad para
desprenderse de Juntos y Solos de
Fuguet y regalármelo.
Desde ese momento,
descubrí al hombre/al corazón humano descubrí al hombre detrás del artista. En
sí pude saber que, si para todo es “el turbio”, para mí es el amigo bueno,
además de librero de profesión y, probablemente, se convierta en arqueólogo de
nuestra casa (UNFV).
Nos vemos desde la
poesía, desde la chamba de lograr que un libro encuentre hogar y que pueda
cumplir su misión en algún librero casero. Tengo Soledad Nostalgia (2020) en mis manos y puedo convencerme de que la
poesía, además de estar en el aire, está en la calle.
En Fegale, tenemos el
desdoblamiento de un sujeto poético que se desplaza en su hábitat natural como
errante beat, aspirando el halo de
las trasnochadas, de las rondas impregnadas de humo áspero, deambulante con las
notas de Poetálica bajo el brazo y
con la cadencia de Pólvora:
Una guitarra liberada siempre me
sana,
tan encendida, distorsionada, tan
liberada (DopaminA)
esta vez no quiero recordar, ¡no! (p. 11).
Como bien alude el referente
metatextual de Soldado Nostalgia, el
poeta se mimetiza en un colectivo urbanoide para marchar en una Lima histórica
como decadente: <<Lima toma mucho filo, cepillamos la av. Colmena por más
aditivos>>,
desde ese espacio se
moviliza para respirar la femineidad de una ciudad/inestable: <<Sigo
caminando contradiciéndome y mintiéndome
por mi loca y suicida
ciudad,>> (p. 12).
Desde la presencia de
una irreverente mirada, podemos situar en Soldado
Nostalgia una postura testificante de la convulsión sociopolítica radical,
tal como lo vimos la generación de los noventa, enunciándose:
<<Y si tú No ganas la guerra será fatal,
los senderistas y emerretistas emboscarán e
incendiarán tu ciudad>> (p. 13)
Además de mostrar un
emocional hartazgo con ganas de escapar a La
playa…
<<…el mar me tragó por soldado nostalgia, a la mierda la ciudad, fuck la capital ya no sabrás de mí
ni de mi maldita cara…>>
(p. 15).
El entorno under de La Centro que se sumerge en los
errantes cubiertos del negro subte los
sentimos con el corazón abierto: <<Y tú eres terca/tuerca/temeraria//como
una vampiresa de la Lima subterránea…>>; en ese sentido, es liberador que
la voz poeta, se manifieste también desde otros espacios artísticos como la
música, sonándose desde las cuerdas:
<<En tu Lima asesina Los Poetálica son
tu vitamina para poder respirar y rockspirar
en la Plaza Francia>> (p. 20).
Así tenemos a un ser
que va y viene, libre como el aire y románticamente creyente del arte por el
arte desde la Azotea liberada:
<<La indolencia no se permite, ya mataron el boulevard y el Averno/del jirón Quilca con orden fiscal, pesó el bueno y la
crueldad/Ahora quieren desaparecer la plazoleta integración, jirón Trujillo…>>
(p. 28).
Desde un recorrido
tanto bohemio como poliamorosamente lúdico tenemos a Besos de tecnopor, sin desprenderse, el errante lírico del hábitat
limeñamente urbanoide con:
<<Tus horas dinamitas, para otros las noches malditas/
en el Centro Limeño, cuidado que te atrapen las cogoteras/disfrazadas de
princesas>> (p. 45).
Para llegar a un final
de este recorrido poéticamente placentero, tenemos la presencia intensa de lo
femenino planteado en la calle <<cruda y honesta>>, la Ciudad con
su atmósfera etílica en La Colmena como dominio, con libertinaje subte en
<<Feriado endemoniado en mi Lima maldita>>.
Por siempre arte e inspiración, poeta Ti.
Martha Robles
(Poeta Abril)
.jpeg)






