En esta versión, tenemos en el centro de la tormenta a Josh que siente las voces de ultratumba de sus diez compañeros convertidos en espectros, en víctimas mortales desde que su tierno verdugo empieza a gatillar el rifle, uno de los tantos obsequios que sus padres le concedían para calmar sus crisis nerviosas. Un arma que llega a las manos de Josh para satisfacer el sueño de un abuelo enfrascado en un arcaico pensamiento viril.
Desde la trama original, Bang bang, estás muerto se pone en vitrina la dramática problemática del libre acceso a las armas en EE.UU., en la que adolescentes y jóvenes se movilizan en un atmósfera psicótica de destrucción colectiva y que - con tinte de desgracia - es recurrente también en el mundo devastado por el alto consumo de drogas fomentando una lucha por sobrevivir entre los disparos.
Así también desde la mirada cinematográfica, tenemos a Elefante que con un ritmo retrospectivo como si se desplazara al ritmo de un cangrejo, va llegando lentamente al punto medio, a la realización del clímax de la psicopatía juvenil.
La violencia en las escuelas es materia para convertirla en tramas potenciales. Desde el escenario, los dramaturgos han podido transducir lo que el autor ha dejado plasmado desde la invención literaria en Bang, bang estás muerto.
Sin duda, se aplaude que esta sea llevada a escena por el elenco teatral de una casa universitaria como una manera de mostrar su talento actoral en ciernes. El arte es el camino para sensibilizarnos sobre lo delicado que es la salud mental en edades tempranas.