Y aunque hayan pasado todos esos
años, durante las noches aún siento mi piel estremecerse con el solo el
contacto de sus cabellos. Las cortinas de mi dormitorio bailan con esa
corriente gélida que suele acompañarla a su paso. Ese es el frío de los que
vagan en el nirvana de las almas sin descanso.
Ella me visita cuando cae el
sereno de la madrugada, cuando la luna sobrecoge el rem de mi sueño. Aunque deje la ventana con el cerrojo puesto, ella
invade la habitación con su espectro, millones de cabellos plateados quedan
regados sobre el piso cerámico. Desde hace 56 años, la eterna novia es mi
amante encantada, la que se apodera de mí con sus dominios paranormales. Me
habla al pensamiento para que no busque más explicaciones.
Esta mañana al levantarme
encontré una nota sobre mi mesa de noche, la tinta aún está fresca y con su
puño me dice: Él, ya duerme conmigo.