En esta ciudad el pueblo se vuelve traición cuando solía descansar en una sala solitaria. Mi hambre por el lenguaje fue insaciable en horas incontables y en las tendidas charlas con Jorge, venezolano vuelto bibliotecario en este país cuando ni el asilo ni las arepas estaban: ¡a la orden!
Precisamente, hace veinte años, mi soledad se sentaba por horas, día y noche; enjaulada como presa de rapiña, masticando página tras página los tomos y párrafos con la paciencia galopante de un Quijote.
La sala impregnada de madera añeja se internó en mi pasado infértil, el molino giró en contra de mi destino novelesco. Lejos quedé de La Mancha, señal de que los perros nunca ladraron.
#microficción
Precisamente, hace veinte años, mi soledad se sentaba por horas, día y noche; enjaulada como presa de rapiña, masticando página tras página los tomos y párrafos con la paciencia galopante de un Quijote.
La sala impregnada de madera añeja se internó en mi pasado infértil, el molino giró en contra de mi destino novelesco. Lejos quedé de La Mancha, señal de que los perros nunca ladraron.
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