Los primeros rayos del día penetraban por las cortinas de fino tul. Estas seguían el vaivén del tímido viento que lograba infiltrarse por los pequeños orificios de las ventanas, cuya madera estaba carcomida por el tiempo y por las polillas.
Mis manos se posaron para acariciar las delicadas cortinas. Mis dedos dibujaban sus bordados hechos con caprichosos tulipanes y amapolas.
Entre tanto, el viento peinaba suavemente mi rostro, como invitándome a descubrir lo de afuera.
¡Lo que ví! Un arco iris de geranios, margaritas y claveles; golpeadas por los chorros de agua que brotaban de la manguera. Éstos caían firmes, sin vacilar sobre ellas.
Martha
En el año 2010, fui incluida en un curso de narrativa dictado en el Instituto Raúl Porras Barrenechea. Este taller me motivó a dejar fluir mi imaginación y en plena clase, escribí este ejercicio narrativo. La naturaleza de ejercer un oficio empieza por soñar y tomarse el tiempo de hacerlo.