La vida en Barrios Altos se pasa además de reunirse en las esquinas, es también jugar “las pichangas”. Tatán conocido como “El Robin Hood de Lima” también jugaba al fútbol. Los hombres que crecen en estas calles juegan por el respeto, por el honor y por las ganas de ganarse las “heladas”. Mi primo, el menor de los hijos de mi tío, jugaba muy bien a la pelota. Vale decir que si nos cruzábamos con algunos de los bravos, solo bastaba decirles: “Tranquilo muchacho que soy familia del Cholo Robles de Huánuco”. Mi primo jugó en la categoría menores de la U, pero mis tíos temían que se dedicara a las mujeres y al alcohol, como bien se sabe fue el destino de algunos cracks peruanos. Hace unos días le pregunté por J. J. Oré. Me respondió que a los trece años, J. J. Oré lo vio jugar en el Club Universitario de Deportes. Lo aconsejaba con espíritu de mentor, “él era muy bueno para eso”, me dice. “Como delantero era muy bueno, la U le debe muchos goles”, agrega.
Aunque en estos días de octubre se escuchen argumentos de que la música criolla está desapareciendo, basta dar un vistazo al jirón Ancash para entender que Barrios Altos es una especie de guetto del criollismo pues desde la colonia, en sus calles se fusionaron la picardía española y la cultura afroamericana; naciendo una manera de entender la vida al ritmo de guitarra y cajón. Desde aquella época, la marginación se respira en sus callejones y quintas; por lo que tocar, cantar y bailar fue una actitud rebelde frente a las desigualdades del colonialismo. Por ese mismo espíritu es que vemos a la señora Lucha Reyes plasmada en aerosol, convertida en una ícono del criollismo.
Con la aparición de voces criollas importantes esta corriente se fue popularizando y con ello, las fiestas y las jaranas se convirtieron en el modus vivendi de Barrios Altos. Felipe Pinglo Alva es un ícono perpetuo en la memoria de los habitantes de este barrio. Vivió a tres cuadras de la Iglesia del Carmen (Junín 1456, antes calle Del Prado). Pinglo nació el 13 mayo de 1890 y murió el 18 del mismo mes de 1937. Quienes lo conocieron dicen que les cantaba a las mujeres, al amor y a la decepción y que la inspiración le llegaba por el oído. En la Plaza Italia trabajaba su amigo, Luis Enrique, zapatero de oficio quien – con poemas propios – había enamorado a una escolar de tez blanca y de mejor posición. Cuando la madre descubrió el amorío, no vio mejor salida que mandar su hija al exterior. Pinglo, asiduo visitante de la zapatería, cuando iba en dirección a su trabajo escuchó los sollozos de un romance interrumpido por los prejuicios sociales. La frustración de este amor fue inspiración para “El Plebeyo”: Mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo el alma en que se anida mi incomparable amor. Ella de noble cuna yo humilde plebeyo no es distinta la sangre ni es otro el corazón. ¡Señor! ¿Por qué los seres no son de igual valor? Luis Enrique “El Plebeyo” nunca pudo superar su dolor sentimental y terminó sus días refugiándose en el alcohol y en las cantinas.
Sin duda, que en Pinglo el amor o el desamor ha sido el motor de su potencia creativa. Sus composiciones eran dedicadas a Hermelinda, una muchacha de Cinco Esquinas. Pese a que ambos expresaban mutuamente sus sentimientos a través de cartas, el romance no era del todo explícito, ya que su familia le prohibía a Hermelinda salir de casa. Lo que Pinglo no imaginó era que el tiempo se encargó de congelarle las venas cuando descubrió que su Hermelinda iba a ser la esposa del también compositor y poeta Alberto Condemarín. Fue tal su rabia y sus ganas de olvidarse de ella que decidió mudarse a La Victoria, no sin antes decirle – con maletas en mano – a Condemarín: “Quiérela mucho”.
Luego de tres años de exilio post-decepción amorosa, Pinglo regresa a su Barrios Altos con una composición bajo el brazo, “De vuelta al Barrio” inspirada no solo por la pena de un amor perdido, sino también por la nostalgia de haberse separado de sus bohemias noctámbulas en la chingana del japonés Kanebo en la calle Las Mercedarias. Cuentan los barrioaltinos que Pinglo remataba ahí sus noches de bohemia con un aguadito de gallina. Los vecinos del Callejón del Fondo lo amaron con “De vuelta al barrio”:
“De nuevo al retornar
al barrio que dejé
la guardia vieja son
los muchachos de ayer.
No existe ya el café
ni el criollo restaurant
ni el italiano está
donde era su vender”
Por las calles de Barrios Altos no solo se sienten los golpes de cajón, los ecos de las guitarras rasguñarse o las voces desgajadas por el sentimiento criollo; sino también, que es lugar de leit motiv para la poesía creada por Winston Orrillo. Sus calles, sus gentes, sus escenarios inspiraron al poeta para crear Calle Antigua:
Calle Antigua
Con los pies
fatigados de camino
he vuelto
por la calle conocida
Nada cambia
en la calle conocida
Casas viejas
pintadas de amarillo
y el oscuro habitante
de la esquina
Juan el chino
aún vende las cosas
ya compradas
Alguno que otro
ha muerto
por cumplir
con los ritos
de la vida
Pero la calle antigua
y sus casas amarillas
No registran señales
de fatiga.
Winston Orrillo
(Del poemario La memoria del aire – Ediciones La rama – Lima, 1965)
“la vida en su misterio
me ha dado una verdad
los tiempos que se fueron
esos no volverán”
Anónimo
Aunque en estos días de octubre se escuchen argumentos de que la música criolla está desapareciendo, basta dar un vistazo al jirón Ancash para entender que Barrios Altos es una especie de guetto del criollismo pues desde la colonia, en sus calles se fusionaron la picardía española y la cultura afroamericana; naciendo una manera de entender la vida al ritmo de guitarra y cajón. Desde aquella época, la marginación se respira en sus callejones y quintas; por lo que tocar, cantar y bailar fue una actitud rebelde frente a las desigualdades del colonialismo. Por ese mismo espíritu es que vemos a la señora Lucha Reyes plasmada en aerosol, convertida en una ícono del criollismo.
Con la aparición de voces criollas importantes esta corriente se fue popularizando y con ello, las fiestas y las jaranas se convirtieron en el modus vivendi de Barrios Altos. Felipe Pinglo Alva es un ícono perpetuo en la memoria de los habitantes de este barrio. Vivió a tres cuadras de la Iglesia del Carmen (Junín 1456, antes calle Del Prado). Pinglo nació el 13 mayo de 1890 y murió el 18 del mismo mes de 1937. Quienes lo conocieron dicen que les cantaba a las mujeres, al amor y a la decepción y que la inspiración le llegaba por el oído. En la Plaza Italia trabajaba su amigo, Luis Enrique, zapatero de oficio quien – con poemas propios – había enamorado a una escolar de tez blanca y de mejor posición. Cuando la madre descubrió el amorío, no vio mejor salida que mandar su hija al exterior. Pinglo, asiduo visitante de la zapatería, cuando iba en dirección a su trabajo escuchó los sollozos de un romance interrumpido por los prejuicios sociales. La frustración de este amor fue inspiración para “El Plebeyo”: Mi sangre aunque plebeya también tiñe de rojo el alma en que se anida mi incomparable amor. Ella de noble cuna yo humilde plebeyo no es distinta la sangre ni es otro el corazón. ¡Señor! ¿Por qué los seres no son de igual valor? Luis Enrique “El Plebeyo” nunca pudo superar su dolor sentimental y terminó sus días refugiándose en el alcohol y en las cantinas.
Sin duda, que en Pinglo el amor o el desamor ha sido el motor de su potencia creativa. Sus composiciones eran dedicadas a Hermelinda, una muchacha de Cinco Esquinas. Pese a que ambos expresaban mutuamente sus sentimientos a través de cartas, el romance no era del todo explícito, ya que su familia le prohibía a Hermelinda salir de casa. Lo que Pinglo no imaginó era que el tiempo se encargó de congelarle las venas cuando descubrió que su Hermelinda iba a ser la esposa del también compositor y poeta Alberto Condemarín. Fue tal su rabia y sus ganas de olvidarse de ella que decidió mudarse a La Victoria, no sin antes decirle – con maletas en mano – a Condemarín: “Quiérela mucho”.
Luego de tres años de exilio post-decepción amorosa, Pinglo regresa a su Barrios Altos con una composición bajo el brazo, “De vuelta al Barrio” inspirada no solo por la pena de un amor perdido, sino también por la nostalgia de haberse separado de sus bohemias noctámbulas en la chingana del japonés Kanebo en la calle Las Mercedarias. Cuentan los barrioaltinos que Pinglo remataba ahí sus noches de bohemia con un aguadito de gallina. Los vecinos del Callejón del Fondo lo amaron con “De vuelta al barrio”:
“De nuevo al retornar
al barrio que dejé
la guardia vieja son
los muchachos de ayer.
No existe ya el café
ni el criollo restaurant
ni el italiano está
donde era su vender”
Por las calles de Barrios Altos no solo se sienten los golpes de cajón, los ecos de las guitarras rasguñarse o las voces desgajadas por el sentimiento criollo; sino también, que es lugar de leit motiv para la poesía creada por Winston Orrillo. Sus calles, sus gentes, sus escenarios inspiraron al poeta para crear Calle Antigua:
Calle Antigua
Con los pies
fatigados de camino
he vuelto
por la calle conocida
Nada cambia
en la calle conocida
Casas viejas
pintadas de amarillo
y el oscuro habitante
de la esquina
Juan el chino
aún vende las cosas
ya compradas
Alguno que otro
ha muerto
por cumplir
con los ritos
de la vida
Pero la calle antigua
y sus casas amarillas
No registran señales
de fatiga.
Winston Orrillo
(Del poemario La memoria del aire – Ediciones La rama – Lima, 1965)
Por sus calles y jirones se siente el tiempo detenerse tal vez sea por la creencia de algún mito que se conserva en la memoria popular: la Piedra Horadada del jirón Cangallo. Se han creado historias fantásticas, fantasmagóricas y diabólicas alrededor de ella. De niña me contaban que era peligroso acercarse a esa piedra porque es del Diablo y en esa calle se respira la muerte porque quien camina cerca de la Horadada, desaparece. Se escuchan también historias de quienes caminan por ahí bajo los efectos del alcohol y ven un caballo blanco que bota fuego por la boca. Sin embargo, el investigador Luis Antonio Eguiguren en su libro “Las calles de Lima” desbarata tal creencia y sustenta que en los tiempos de la colonia en las esquinas se colocaban piedras para evitar el contacto de las carrozas con los muros de las casas.
Cuando pienso en Barrios Altos, vuelvo a mi infancia y cada vez que pueda volveré porque la nostalgia es parte de la vida y porque me provoca sentir que el tiempo se detiene.
“la vida en su misterio
me ha dado una verdad
los tiempos que se fueron
esos no volverán”
Anónimo