Hoy, nueve de agosto decidí mudarme con mis libros, mis apuntes, mis audífonos y mi conejo blanco.
Desde hoy, quiero pasar mis días debajo de la carpa, dar alimento a los caballos, acariciar mi naturaleza pura sangre, alimentar y alimentarme del oxígeno, de los tornasoles bordeando mi mundo. Un oasis de hiedras en medio de las cajas.
En esta carpa, no hay funciones por la noche, pero sí, ruedan los colores como el carrusel del destino que me revuelca como la ola que me atrapó, que me quiso tragar; pero que mi padre nadó a contracorriente para rescatarme.
Hoy, él nada lentamente de su vejez en la corriente. Yo corro para sostener de a pocos, la calma.
Juguemos a trazar curvas con las puntas de los dedos, con las palmas de las manos, líneas de tiempo.
Tiempo vivido lentamente, irresueltos movimientos cómplices rescatando sonrisas, pendientes del cordel día a día.